Francisco
Ignacio Madero, había nacido el 30 de octubre de 1873 en la hacienda de El
Rosario, en Parras, Coahuila. Pequeño de estatura y frágil de salud, a los 12
años ingresa en el Colegio Jesuita de San José, en Saltillo, del que le
quedaría una profunda huella disciplinaria y moral. En 1866, luego de un breve
periodo de estudios en Baltimore, emprende una larga estadía en Francia.
Durante un año asiste al Liceo Versalles y posteriormente a la Escuela de Altos
Estudios Comerciales, donde permanece hasta su regreso en México en 1892. En
1889 acude a la Exposición Universal en París. Tiempo después viaja por
Bélgica, Holanda y Alemania. Pero no lo arroban el arte ni los países que
visita como “el descubrimiento que más ha hecho por la trascendencia de (su)
vida”: el espiritismo.
Concurriendo
a centros espiritistas, Madero, inclinado desde sus años mozos en el colegio
jesuita al recogimiento espiritual, descubre su aptitud como “médium
escribiente” (lazo de los espíritus con los seres humanos por medio de la
escritura). A pesar de que había realizado provechosamente estudios
administrativos en París, su padre y su abuelo decidieron completar la
educación de Francisco con un año de estancia en Berkeley, California.
En 1893 se
encarga de la hacienda de la familia en San Pedro de las Colonias. En 1899 da
cuenta a su abuelo de diversos proyectos nuevos: una compañía jabonera, una
fábrica de hielo, un despepitador, compra de acciones, atención de terrenos en
Cuatro Ciénegas. Arreglo de aguajes y cercas en Sierra Mojada para criar ganado
cabrío. Ese mismo año promueve el establecimiento de un observatorio
meteorológico cerca de la Laguna de Mayrán. Posteriormente escribiría un folleto
sobre el aprovechamiento de las aguas del Nazas que le valdría la felicitación
de Porfirio Díaz. Su capital personal, para entonces, llegaba a la respetable
suma de 500 mil pesos. En su propia casa de San Pedro, alimentaba a cerca de 60
jóvenes. Allí fundó una especie de albergue en que ofrecía cama y comida a
gente pobre; sus trabajadores vivían en casas higiénicas, gozaban de altos
salarios y eran examinados médicamente con regularidad. Junto a Sara Pérez, con
quien se casaría en enero de 1903, Madero sostendría a huérfanos, becaría a
estudiantes, crearía escuelas elementales y comerciales, instituciones de
caridad, hospitales y comedores populares.
Su primera
participación y fracaso político fue su candidatura en 1904 para la alcaldía en
San Pedro de las Colonias.
Desde 1905 traza, con precisión matemática, un plan
para democratizar a México. El primer paso es afianzar relaciones con los
elementos independientes como el tenaz periodista liberal Filomeno Mata, como
Francisco Iglesias Calderón y Francisco P. Santíes. En 1906 apoya pecuniaria y
moralmente a Ricardo Flores Magón, pero muy pronto rechaza su voluntarismo
revolucionario no sólo en términos morales sino políticos.
Hacia 1907,
el espíritu de su hermano muerto José, le indica los pasos para lograr el
proceso democrático, así como la forma de publicar un libro que critique la
dictadura, cuyo nombre será La sucesión
presidencial de 1910. El mal mexicano, consecuencia natural del militarismo que asoló todo nuestro siglo
XIX, era para Madero el poder absoluto, el poder en manos de un solo hombre. No
hay progreso real que los resistía ni hombre infalible que lo ejerza con
equilibrio. Era veneno puro transcribir para la opinión pública de 1909 los
planes porfiristas de La Noria (1871) y Tuxtepec (1876), y recordar que la
bandera con que había llegado Díaz al poder era, justamente, la no reelección.
En ese
momento Madero inicia la mayor enseñanza práctica de democracia ejercida por un
hombre en toda la historia mexicana. El secreto del Apóstol de la Democracia,
como ya empezaba a ser conocido, era claro y sencillo: desplegar frente a la
mística de la autoridad encarnada en Porfirio Díaz, una mística inversa: la
mística de la libertas. Posteriormente, del 27 de febrero a mediados de junio
de 1909, encabeza en la ciudad de México los trabajos del Centro
Antirreeleccionista que se funda en mayo. Al mes siguiente aparece el primer
número de “El Antirreeleccionista” dirigido por el joven filósofo y abogado
José Vasconcelos y en cuyas páginas colaboran Luis Cabrera, Toribio Esquivel
Obregón y Federico González Garza. Para entonces ha vendido ya una porción
considerable de sus bienes para obtener liquidez. Así pudo financiar buena
parte de los trabajos antirreeleccionistas e iniciar una serie de largos
recorridos por la República acompañado de una escasa comitiva. Las giras fueron
de la siguiente manera:
1. Veracruz, Campeche, Mérida,
Campeche, Tampico, Monterrey y concluye en San Pedro de las Colonias
2. Recorre Querétaro, Guadalajara,
Colima, Mazatlán, Culiacán, Navojoa, Álamos, Guaymas, Hermosillo, Nogales,
Ciudad Juárez, Chihuahua, Parral, Torreón y vuelve a San Pedro de las Colonias.
3. Durango, Zacatecas, Aguascalientes y
San Luis Potosí.
4. Puebla, Xalapa, Veracruz, Orizaba,
Guanajuato, Jalisco y México
En cada
lugar es vitoreado. Lo que Madero renueva es el ideal del liberalismo por el
que muchos mexicanos habían luchado en las guerras de Reforma e Intervención.
A
principios de junio de 1910 emprende la que sería su última gira. En Saltillo y
San Luis Potosí es hostilizado seriamente. Por fin, en Monterrey, el Gobierno
resuelve a apresarlo. Madero ya había visitado 22 estados y fundo no menos de
cien clubes. Desde la prisión de San Luis Potosí, adonde se le traslada a fines
de junio, Madero prosigue con un ritmo fabril sus relaciones epistolares. Para
no dejar expediente sin cubrir en el camino, su partido somete al Congreso un
vasto y detallado memorial sobre el fraude en las elecciones que, por supuesto,
no encuentra mayor eco. Para Madero, que escapa a San Antonio, Texas, el 6 de
octubre, y para sus correligionarios en toda la República y en el exilio, el
destino definió con la precisión extemporánea del Plan de San Luis que Madero
había redactado en su cautiverio con la ayuda, entre otros, de un joven y casi
anónimo poeta: Ramón López Velarde De sus cláusulas sobresalían la asunción de
la presidencia provisional de Madero, el desconocimiento de los poderes
federales, la restitución de terrenos a pueblos y comunidades despojados y la
libertad de los presos políticos.
La revolución
que debía estallas el 20 de noviembre de 1910 contaba ya con un mapa de acción
y delegados formales en cada sitio. La mañana de ese día, diez hombres,
incluido un guía, acompañan al líder de la Revolución a la frontera del Río Grande. En el sitio
convenido debía esperarlo el tío Catarino Benavides con 400 hombres. Al llegar
no encuentra a nadie; cuando el tío aparece, su contingente nos es de 400 sino
de 10. Con 20 hombres parecía difícil atacar Ciudad Juárez. Para colmo, el
mismo día llegan noticias sobre una reciente orden de arresto. Madero decide
esconderse. A los pocos días viaja de incógnito a la ciudad de Nueva Orleans
con su hermano Raúl. Para todos, menos para su caudillo, que entonces ignoraba
buena parte de los levantamientos en su favor en Chihuahua, Sonora, Tamaulipas,
Coahuila y Veracruz, la esperada revolución un fracaso.
En febrero
de 1911 Madero entra por fin a México con 130 hombres. Al poco tiempo acaudilla
personalmente un ataque a Casas Grandes en el que es herido en un brazo. Los hechos armados se duplican de febrero a
marzo y en abril abarcan ya 18 estados. En Nueva York, Washington y la
frontera, el gobierno de Díaz se sienta a la mesa de las negociaciones. El 23
de abril ser pacta un armisticio de cinco días frente a Ciudad Juárez. Dos
enviados oficiosos del Gobierno manejan la posibilidad de una diarquía casi
bipartidista. El magistrado Francisco Carvajal trae, a principios de mayo,
facultades plenas de negociación. La jefatura revolucionaria en pleno firma un
acta de 14 puntos en la que detalla las condiciones del arreglo: entre otras,
el pago de haberes a las tropas revolucionarias, libertad a los preso
políticos, nombramiento por el Partido
Revolucionario de los secretarios de Guerra, Instrucción Pública,
Gobernación, Justicia, Comunicaciones y Obras Públicas. La renuncia de Díaz no
estaba prevista en los 14 puntos, pero sí se juzga necesaria. El 7 de mayo, en
un manifiesto a la Nación, el Presidente admite que la rebelión de noviembre
“paulatinamente ha ido extendiéndose. El
10 Ciudad Juárez es tomad por la Revolución. El 21 se rubrican finalmente los
tratados de esa ciudad con los que concluía la Revolución. Díaz y Ramón Corral,
su vicepresidente, deben de renunciar y dejar en el cargo de presidente a
Francisco León de la Barra. El 24 Díaz redacta su renuncia y el 31 parte al
exilio.
El 7 de
junio de 1911 Madero hace su entrada triunfal a la Ciudad de México. Lo reciben
100 mil personas. En el breve interinato de León de la Barra, los conflictos y
divisiones entre Madero y Zapata se harían notorias.
En noviembre
de 1911, Madero llegó por fin a la presidencia, gracias a la votación más
libre, espontánea y mayoritaria de nuestra historia contemporánea. Gobernó 15 meses,
con tales dificultades que, a la distancia, su periodo semeja más bien un
milagro de supervivencia. El Senado, que ejerció en su contra una tenaz
oposición, desacreditó y paralizó los intentos de reforma. Aunque a partir de
1912 la legislatura era en su mayoría maderista, dominaba el veneno oratorio
contra el Ejecutivo. Hubo problemas de gobierno en 11 estados. Pero nada tan irresponsable y persistente como el
ataque de la prensa. Llovieron los chistes, los apodos, las caricaturas, los
rumores.
En marzo de
1912 estalla en Chihuahua la rebelión de Pascual Orozco, una revuelta sin más
programa que el resentimiento de aquél y sin más apoyo popular que el del
terrateniente Terrazas. En un principio, los rebeldes derrotaron a las fuerzas
federales al mando del general José Gonzaléz Salas, quien, temeroso del arpón
de la prensa, se suicida. Lo reemplaza el general Victoriano Huerta, que
doblega al enemigo en Rellano, Bachimba y Ojinaga.
El pueblo
que se había volcado con armas y con votos en apoyo de Madero, no había
respondido a ninguna de las rebeliones. Los negocios seguían con
normalidad, crecían los activos
bancarios y las exportaciones, pero la realidad se contagiaba poco a poco de
los rumores, las distorsiones y la atmosfera de desconfianza, creada artificialmente
por la prensa. Al mes de haber llegado a la Presidencia creó el Departamento de
Trabajo. Propicio la Primera Convención de la Industria Textil, que reglamentó
y humanizó el trabajo en las fábricas. Madero fue el primer presidente que
legalizó la libertad sindical y de huelga. En su periodo se creo la Casa del
Obrero Mundial. Como buen administrador, propuso la educación agrícola,
reorganizó el crédito al campo, proyectó
la colonización, la conservación de los recursos forestales y el deslinde y
venta de tierras nacionales, creó siete estaciones de experimentación agrícola.
Entre otros ámbitos de la política social y económica, el avance era igualmente
claro: se abrieron escuelas industriales y rudimentarias, comedores escolares y
museos como el de Apatzingán; se llevó a cabo el Primer Congreso de Educación
Primaria. Se dieron nuevas concesiones ferrocarrileras en el Sureste; se creó
la inspección de caminos, carreteras y puentes; se iniciaron los trabajos de las carreteras México-Puebla,
México-Toluca e Iguala Chilpancingo. Se impuso una nueva política fiscal a las
compañías petroleras.
Domingo 9.
La ciudad de México despertó sobresaltada. Un escuadrón de la Escuela Militar
de Aspirantes, en Tlalpan, marchó temprano hacia el Zócalo para tomar por
asalto Palacio Nacional. Al mismo tiempo, el general Manuel Mondragón dirigió
las operaciones para liberar a Bernardo Reyes y Félix Díaz, jefes del
alzamiento, que purgaban condenas por rebeliones contra Madero, en Tlatelolco y
Lecumberri. Un regimiento de la caballería rebelde ocupó Palacio pero
rápidamente fue recuperado por el general Lauro Villar, jefe militar de la
capital. Al frente de un contingente llegó a la Plaza de la Constitución el
audaz general Reyes, con la certeza de
que el viejo edificio virreinal se hallaba en mano de sus cómplices. Cerca de
la puerta principal fue recibido por el fuego de las ametralladoras y murió en
el espantoso combate que se libró en la plaza.
Lunes 10.
Resulta extraño que el presidente Madero haya decidido ir en persona hasta
Cuernavaca para traer al general Felipe Angeles –comandante en Morelos- para
fortalecer la defensa de la capital. El brillante estratega era indispensable
para sitiar a los alzados y obligarlos a la rendición. No obstante haber dado
pruebas de su lealtad e inteligencia militar, Madero lo puso bajo las órdenes
del general Huerta.
Martes 11.
Desde este día, el fuego de cañones protagonizó los combates de todo el centro
de la ciudad con baterías desplegadas desde Paseo de la Reforma hasta Salto del
Agua, y de la Plaza de la Constitución hasta la calle de Balderas. Obuses y
granadas destruían muros y fachadas de residencias, teatros, templos,
comercios; incluso una bala destruyó la puerta mariana de Palacio Nacional.
Viernes 14.
Después de cinco días, ambos bandos mantenían sus posiciones y a pesar de los
rumores nadie sabía cómo podían avituallarse los rebeldes sitiados. A mediodía
se pactó una pequeña tregua. Madero autorizó al señor León de la Barra, ex
presidente interino de la República, conferenciar con el señor Félix Díaz para
resolver la grave situación. Como respuesta, el jefe de los sublevados exigió
la renuncia de Madero y de todo su gabinete, antes de entrar en negociaciones.
Con este resultado, el presidente reafirmó su convicción de defender la
legalidad hasta las últimas consecuencias. Esa tarde el fuego de los cañones desvaneció las esperanzas de
una solución pacífica.
Sábado
15.Un grupo de senadores decidió concurrir en Palacio Nacional y pedir, en
nombre de la Patria, la renuncia de Madero y Pino Suárez. No fueron recibidos
por el presidente e, indignados, continuaron sus gestiones cerca del general
Huerta. Ese día de los combates continuaron ya entrada la noche sin ventaja
aparente para ninguno de los dos bandos. A cada ataque de los federales
contestaban los felicistas con una granizada de balas que hacías retroceder a
los soldados y sólo aumentaba las víctimas. El número de cadáveres insepultos
era incontable y la población huía de la zona de combate, aunque muchos
quedaban atrapados en el fuego cruzado de la fusilería. Por la noche se pactó
una tregua de 24 horas que empezaría a las dos de la mañana. Desesperada por su
forzosa reclusión, la población pudo salir el domingo a recorrer las calles.
Domingo 16.
Una inmensa multitud recorría la zona aleñada de la Ciudadela. Los soldados de
ambos bandos ocupaban sus puestos, apenas distanciados por un centenar de
metros. Con el arma al brazo, silenciosos, tranquilos, veían desfilar los
curiosos. En algunas de las calles ardían los cadáveres empapados de petróleo.
Martes
18.Gustavo Madero sospecha que Victoriano Huerta elude dar el golpe final sobre
la Ciudadela y recaba pruebas de su traición: en efecto, había sostenido
reuniones secretas con Félix Díaz y seguramente había administrado la eficacia
de los combates. En la madrugada Gustavo desarmó a Huerta y lo condujo frente a
Madero. El presidente escuchó las acusaciones pero Huerta imploró y juró
lealtad, y le aseguró que antes de 24 horas acabaría con la rebelión. Madero
cedió a sus ruegos y le regreso su pistola. Sin saberlo, el presidente había
firmado la sentencia de muerte de su hermano Gustavo. Huerta se movió
rápidamente y de inmediato cambió la guardia de Palacio Nacional, que fue
ocupada por el 29 Batallón de Infantería a las ordenes del general Aureliano
Blanquet. A la hora de la comida, Gustavo Madero fue arrestado en el
restaurante Gambrinus y conducido a la Ciudadela, donde fue torturado durante
varias horas, mutilado y finalmente fusilado. La cruel acción se realizó en
presencia del general Manuel Mondragón. A las dos de la tarde, por órdenes de
Huerta y Blanquet, un grupo de esbirros al mando del teniente coronel Teodoro
Jiménez Riveroll subió a la oficina de Madero para arrestarlo junto con su
gabinete. Los capitanes Gustavo Garmedia y Fedrico Montes, del Estado Mayor,
dispararon sobre Jiménez Riveroll y el mayor Izquierdo, dejándolos muertos,
mientras que el ingeniero Marcos Hernández pereció en defensa del presidente.
El general Felipe Ángeles fue llamado al cuartel general y también fue
arrestado. La noticia pronto corrió por la ciudad. En la noche, los golpistas
se reunieron en la embajada de los Estados Unidos para acordar que Huerta
quedaría como presidente provisional y Félix Díaz sería el candidato oficial en
las próximas elecciones que se convocasen. Henry Lane Wilson envió un telegrama
al Departamento de Estado de su país con el informe de ese acuerdo.
Miercoles
19. Madero, Pino Suárez y Ángeles se encuentran presos en Palacio Nacional. A
fin de garantizar sus vidas, los acompaña el embajador de Cuba, Manuel Márquez
Sterling. Madero tiene la promesa de Huerta de permitirle salir al exilio y
resguardar la seguridad de su familia: a la una de la tarde redacta su
renuncia. No sabe que su hermano ha sido asesinado de un modo horrendo.
Irregularmente, la XXVI Legislatura admite las renuncias del presidente y del
vicepresidente. El cargo de presidente interino recae en Pedro Lascuráin, secretario de
Relaciones Exteriores, quien dejara en el cargo 45 minutos, nombrando en ese lapso de tiempo a Huerta
como secretario de Gobernación. Huerta se convierte en presidente provisional.
El general golpista había triunfado, también sobre la rebelión Félix Díaz. La
suerte de Madero y Pino Suárez estaba decidida.
Francisco
I. Madero y José María Pino Suárez fueron asesinados en Lecumberri el 22 de
febrero de 1913. Los restos de Madero estaban en el Panteón Francés,
actualmente están en el Monumento a la Revolución; los restos de Pino Suárez se
encuentran en la Rotonda de las Personas Ilustres.
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